El azúcar simple, compuesto principalmente por sacarosa, una molécula de dos glucosas, es esencial para la glucosa, que es nuestra fuente principal de energía. Sin embargo, alimentos como cereales, verduras y frutas ya proporcionan glucosa junto con otros beneficios como antioxidantes y fibra.
Los azúcares simples, al absorberse rápidamente, generan picos de insulina y favorecen la resistencia a la misma, contribuyendo a la diabetes tipo II. Además, provocan glicación, una reacción entre azúcares y proteínas en capas profundas de la piel. La glicación forma proteínas glicosiladas que destruyen colágeno y elastina, reduciendo la elasticidad y firmeza, y promoviendo la formación de arrugas.
Para controlar la glicación, es crucial adoptar una dieta baja en azúcares, ya que la glucosa ingerida a través de la dieta contribuye a la formación de AGE (productos finales de glicación avanzada). La Organización Mundial de la Salud recomienda que los azúcares libres no superen el 10% de la ingesta diaria total de energía, y una cantidad inferior al 5% proporcionaría beneficios adicionales para la salud. Por ejemplo, para una dieta de 2,000 kilocalorías, esto equivale a 50 gramos (10%) y 25 gramos (5%) de azúcares, respectivamente.
Las grasas son esenciales para mantener la estructura de la piel y prevenir la deshidratación, especialmente crucial durante la menopausia debido a la disminución de estrógenos. Aunque las grasas han sido criticadas, la clave es seleccionar las adecuadas y limitar su consumo solo en casos de dietas para perder peso.
Es fundamental tener precaución con los ultraprocesados, ya que a menudo contienen grasas perjudiciales, como manteca de cerdo, aceite de palma o mantequilla. Este problema no se limita a cambiar las grasas en la cocina, sino que también implica evitar los alimentos ultraprocesados, que suelen carecer de aceite de oliva y pueden afectar negativamente la salud de la piel y las mucosas.
Los antioxidantes son moléculas que contrarrestan los radicales libres responsables del envejecimiento cutáneo, como la pérdida de firmeza, arrugas y manchas. Destacan el licopeno, betacarotenos, luteína, polifenoles y vitamina C.
El licopeno se halla en frutas y vegetales rojos como tomates, sandías y cerezas. Los betacarotenos están en frutas naranjas como albaricoques y zanahorias, mientras que la luteína se encuentra en verduras de hojas verdes como lechugas y espinacas.
Los polifenoles, especialmente los flavonoides presentes en espinacas, fresas, moras, arándanos, frambuesas, uvas y té verde, poseen propiedades antienvejecimiento al revertir el estrés oxidativo y ofrecer beneficios neuroprotectores, antiinflamatorios y preventivos contra algunos tipos de cáncer.
La vitamina C, además de ser un antioxidante potente, contribuye a la formación de colágeno, esencial para la elasticidad de la piel. Alimentos ricos en vitamina C incluyen pimiento rojo, fresas y espinacas, ayudando a contrarrestar la pérdida de firmeza causada por la exposición solar.
La ingesta diaria recomendada de agua oscila entre uno y dos litros, aunque los adultos sanos generalmente satisfacen sus necesidades bebiendo cuando tienen sed. Sin embargo, ciertos grupos vulnerables, como los ancianos, los niños y aquellos con ciertas enfermedades, necesitan planificar su consumo de agua.
Adicionalmente, beber agua está relacionado con la reducción del consumo de bebidas azucaradas, las cuales son perjudiciales para la piel debido al fenómeno de la glicación, explicado anteriormente.